jueves, 26 de junio de 2014

La caída. Septimo capítulo.



CAPITULO 5B. (SAM CITRIX)


-Jefe, tenemos un incidente en curso.-Dijo, en tono apremiante una voz ronca y con acento sureño, por la radio que llevaba Robert Kallum prendida en su oído.

-Dime, Matt.- Respondió el jefe desde el coche de Sam Citrix.

-La unidad que tenemos en casa del Señor Citrix no contesta a ningún requerimiento desde hace 20 minutos. Me he permitido activar el micrófono que teníamos instalado en su casa y solo se escuchan pequeños sonidos que no podemos identificar.- Contestó el encargado del seguimiento de las unidades en el exterior.

-Manda dos unidades de inmediato. Yo voy de camino.- dijo Kallum

-Me he permitido enviarlas hace un rato, Robert. Estarán ahí en quince minutos.-Respondió diligente Matt.



Robert Kallum, curtido en mil batallas, imaginaba que sus hombres habrían salido del automóvil a estirar las piernas, o a fumarse un cigarrillo, olvidando la radio dentro del vehículo, y por esto no habían informado, ni contestaban a los requerimientos, pero en aquella situación cualquier precaución era poca para mantener intacta la seguridad de sus jefes.

-¡Algo no va del todo bien en tu casa, Sam! ¡Acelera y veamos qué pasa con la unidad que tengo vigilándola!- Lanzó como un dardo envenenado Robert Kallum mientras tomaba su arma y la comprobaba.

-¿Qué está pasando, Robert?- Apremió Sam mientras aceleraba el Mercedes por la interestatal.

-Estoy convencido que será un fallo en los intercomunicadores, pero tenemos que comprobarlo. A excepción de mis dos hombres somos los que más cerca estamos.- Respondió Kallum en tono de disculpa.



Como norma inviolable, impuesta por el jefe de seguridad, las unidades que trabajaban en el exterior tenían que contactar, cada hora en punto, con la central, si antes no había ningún cambio significativo. Los vigilantes que esperaban a las puertas de la residencia del socio Sam Citrix se habían saltado el informe de las dos de la madrugada y esto había hecho saltar todas las alarmas.

El joven abogado intentaba desocupar su cabeza de malos pensamientos y concentrarse en conducir el potente motor de su coche, que lo hacía subir de revoluciones, surcando la interestatal, con el pedal del acelerador tocando el suelo enmoquetado. Los minutos pasaban a la misma velocidad que circulaba el Mercedes, y la inquietud comenzaba a llenar cada minúscula fibra de su corazón, oprimiéndole el pecho, dejándolo  sin respiración, y abotargando su cabeza hasta el punto de no saber distinguir la realidad de las elucubraciones.

Al abandonar la autopista y encarar la carretera de la playa los semáforos pasaban a la velocidad del rayo siendo ignorados sistemáticamente.


-Cuando lleguemos quiero que te quedes en el coche y des la vuelta a la manzana sin pararte ante nada, hasta que yo no vuelva a salir a buscarte. Cuando lleguen mis dos coches con los chicos aseguraremos la zona y podrás entrar. Mientras tranquilizaré a Megan- Ordenó a Sam el exmilitar.

-No te creas que me vas a dejar al margen. Es de mi esposa, es de mi casa y es de mi vida de la que se está hablando. Ni por asomo se te ocurra darme órdenes.- Espetó Sam con la autoridad que le daba el ser socio.



El jefe de seguridad admitió que no era momento de discutir.



-De acuerdo, pero quédate detrás, hasta que no sepamos que toda va bien.- Rogó Kallum a un enfurecido Sam.


El mercedes enfiló la larga calle de altos olmos centenarios, y setos de Arizónicas y cipreses que abrigaban a las enormes casas de estilo victoriano, y las ocultaban del transeúnte curioso. Papeles, hojas y basura se arremolinaba al paso del vehículo, queriendo seguir sus pasos, hasta caer al suelo entre nubes de polvo. Tomó la última curva y dirigió el vehículo bruscamente a la puerta del garaje haciendo chirriar los neumáticos


-Recuerda, detrás de mí. Entraremos por detrás.- Ordenó Kallum con voz de no estar jugando.


Sam levantó su dedo índice, señalando la dirección a tomar a su jefe de seguridad. Este asintió y le hizo un gesto para que esperara un momento en el coche. Salió del coche tan rápido que a Sam no le dio tiempo ni a quitarse el cinturón de seguridad.

El joven abogado vio como el militar, arma en mano, dejó la fachada principal a su derecha y se asomaba sigilosamente a la ventana del despacho de Sam. Al fondo la luz iluminaba el salón que en ese momento estaba tranquilo y vacío. La siguiente ventana, la del aseo de la planta principal, permanecía a oscuras y sin movimiento aparente. Sin esfuerzo saltó la pequeña valla que lo separaba del jardín trasero. Una pequeña farola iluminaba la zona ajardinada, exquisitamente cuidada, donde convivían un césped perfectamente cortado, con rosales  y margaritas llenas de vida y alegres colores. Completaban la imagen, dos hamacas con una sombrilla de color beige, y la zona de barbacoas donde un pequeño gato se lamía una de sus patas traseras.

Mientras tanto, Sam salió del automóvil y agachando el cuerpo se dirigió a mirar por las ventanas de la fachada principal. La primera, daba a su despacho, que a aquellas horas estaba sin vida con cada papel en el sitio que recordaba haberlo dejado. Pasó por delante de la puerta principal donde intentó adivinar a través del cristal traslucido si Megan estaba en la entrada. También estaba a oscuras. Llegó a la profusamente iluminada ventana del salón y se asomó levemente sin ver nada extraño. Se incorporó y vio el comedor a continuación del salón, y al fondo la luz de la cocina encendida, donde un ligero humo blanco  llenaba la habitación. 

En el suelo vio un pequeño montón de ropa de color verde y a su lado un pequeño charco de algún líquido derramado. Recordó que entre las virtudes que mostraba su mujer, la de ser ordenada y limpia en la cocina no estaba entre ellas y sonrió para sus adentros.  

De pronto, distinguió claramente lo que era aquel extraño líquido y todo el peso de los infiernos calló sobre sus hombros, aplastándole el alma contra el suelo y el corazón hacerlo saltar en trizas. 

Era sangre. Pero, ¿Sangre de quién? El miedo se convirtió en ira recordando la conversación que acababa de mantener en el bufete con el resto de los socios.

Rápidamente abrió, con sus llaves, la puerta principal y entró en la casa gritando el nombre de su mujer. Giró a la izquierda y entró en el salón, donde el libro de Megan se encontraba tirado en el suelo de cualquier manera. Miró a su derecha, dirección al comedor, y en dos grandes zancadas se colocó en el vano de la puerta que  separaba este del salón. Todo estaba en orden y en silencio.

Volvió a llamar insistentemente a Megan sin recibir respuesta alguna. Atravesó el salón, dejando la amplia mesa de madera estilo vintage a su izquierda y se dirigió a la cocina.

A medida que se acercaba se hacían más claros los detalles. Unas raídas ropas de hombre estaban apiladas en el marmóreo suelo, y a su lado, charcos crecientes de sangre que se alimentaban de algún caudaloso rio cercano.

Al mismo tiempo entraba Robert Kallum, por la puerta de la cocina y, quedaba petrificado por el horror que estaba observando. Esa imagen de miedo que vio Sam en la cara del jefe de seguridad fue de tal horror que pensó que como un hombre tan acostumbrado a ver cuerpos desmembrados y destrozados por bombas o proyectiles de gran tamaño había quedado tan impactado. La respuesta lo dejó tan bloqueado que le paralizó todo el cuerpo. 


-¡No te acerques!- Gritó con voz temblorosa Kallum.


Inmediatamente vio como Robert lo apuntaba con su arma, directamente a la cabeza, mientras que, con la otra mano le indicaba que no se moviera. De pronto notó como alguien a su espalda caía fulminado golpeándose contra la robusta mesa en la cabeza.

Las unidades de refuerzo habían llegado a tiempo y disparado con un potente taser una descarga de 50.000 voltios, a un hombre desnudo cubierto de sangre, que portaba un gran cuchillo en la mano. En milésimas de segundo se abalanzaron sobre él y lo esposaron inconsciente. 

Sam, al girarse para mirar lo que pasaba a su espalda, se asustó y retrocedido unos pasos, lo que le llevó a meterse directamente en la cocina, mientras que el jefe Kallum, lo empujaba contra el frigorífico y se lanzaba como lobo contra cordero, encima del asesino, colocándole su rodilla derecha, y con ella todo su peso, en el cuello del hombre que lo había vencido.



-Sacadlo de aquí y llevadlo a “la caldera” de inmediato. Lo quiero vivo y despierto cuando llegue.- Ordenó Kallum.



Dos hombres del tamaño de montañas tomaron el laxo cuerpo desnudo y se lo llevaron de inmediato. Los otros seis se organizaron con señales y rastrearon cada centímetro cuadrado en un perímetro de 100 metros.

Kallum se giró para sacar al joven Sam del lugar, pero ya era demasiado tarde. 


-¡No…, no…, no…, no…, no…! ¡Megan, no! ¡Mi vida, despierta! ¡Venga cielo, dime algo, abre los ojos cariño! ¿Pero qué te han hecho, mi vida? ¡Mira cómo estás! ¡Dime algo, mi amor!¡No te vayas asi!¡Dime algo! 


Sam acariciaba el pelo chamuscado de la cabeza de Megan, mientras tomaba su destrozada mano entre las suyas, y lloraba desconsolado sintiendo no haber estado con su mujer esa noche. La desató y la giró para poder abrazarla y lo que vio lo hizo vomitar de dolor. Su bonita cara era totalmente irreconocible. Y su cuerpo, ennegrecido y arrugado hasta verse reducido a un conjunto de carne chamuscada, no hacía la justicia necesaria al magnifico cuerpo que había dejado esa misma noche.

La abrazó tan fuerte que pequeños trozos de carne se quedaron adheridos a su ropa. El desconsolado llanto no tenía fin, solo al pensar que la había perdido, por su culpa, para siempre.


-¡Cuánto habrás sufrido, mi vida! ¡Cuánto…! Todo por mi culpa. No debería haberte dejado sola. No hoy. ¡No me dejes amor mío! ¡Mantente a mi lado! Yo te cuidaré. ¡No dejaré que te vuelva a suceder nada malo nunca más! ¿Quién me esperará por las noches ahora?


Una profunda soledad se fue apoderando de los girones de alma que habían quedado como desechos dentro de su cuerpo.

6 comentarios:

  1. Manuel me has hecho llorar, la angustia atenaza mi garganta. Oye, de verdad, lo haces genial. El capítulo de hoy es fuerte también, pero a su vez, tierno, dulce...y romántico. Triste, pero precioso. Gracias por tratar de endulzarlo.
    Ya te dije que te seguiría capítulo a capítulo, igual te resulto pesada. Saludos caballero.

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  2. Lp siento señora por hacerla llorar. Como bien dices intenté endulzarlo un poco después de lo duro que fue, incluso para mi, el ultimo capitulo.
    De pesada nada... Sin gente que lea lo que escribimos los que tememos blogs que seriamos...
    Gracias por estar ahí aunque no sea el estilo que mas te gusta...
    Besos señora.

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  3. Ufff!!! si que hace saltar las lagrimas. Escribes muy bien Manolo. Me ha gustado mucho la forma narrativa de este relato, muy cercano, te hace sentir las cosa. Cada vez mejor.

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    1. Gracias Lady Sweet. Es un placer tener lectoras tan entregadas. Para cuando el primer hombre...? Jajajajaja.

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  4. Publícalo en editoriallllllllllllllllllllllllll, eso es un best-seller!!!!
    Q realismo!!!!

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    1. Que exagerada!!!! Jajajaauja. Gracias Silvia. No creo que sea para tanto.... Si supiera escribir otro gallo cantara...

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